sábado, 25 de marzo de 2017

LA TUMBA DE TUTANKAMON, FUENTE INAGOTABLE DE TESOROS Y LEYENDAS

Para sus súbditos, el faraón Tutankamón era en parte hombre y en parte dios. Su muerte en el año 1323 a. C. marcó el final de una era: el fin de Egipto como poder imperial. Las circunstancias que rodean la muerte de Tutankamón están envueltas en misterio.
Igualmente oscura es la razón del tamaño de su tumba, anormalmente pequeña. Y a pesar de todo, gracias al descubrimiento de Howard Carter unos 3.000 años más tarde, no hay faraón mejor conocido y más querido por los aficionados a la egiptología que Tutankamón. En el interior de su tumba, Carter descubrió magníficos tesoros que habían permanecido ocultos durante miles de años. Para una cultura que creía que ser recordado era el camino hacia la vida eterna, la conservación de la tumba de Tutankamón deja bien claro que sus anónimos y olvidados enemigos fracasaron miserablemente.
Tutankamón murió por causas desconocidas en el 1323 a. C. a la edad de 20 años. No tenía un claro sucesor, aunque en su tumba se encontraron dos pequeñas momias de dos niñas nacidas muertas, posiblemente gemelas. A causa de su repentina e inesperada muerte, su entierro se preparó apresuradamente en una tumba hasta cierto punto modesta, con unas medidas de “3,68 metros o 12,07 pies de altura, 7,86 metros o 25,78 pies de anchura y 30,79 metros o 101,01 pies de longitud” (History Embalmed, 2016).
Por razones políticas, el faraón-niño sería olvidado, y su nombre no debería volver a ser mencionado jamás durante el resto de la eternidad, un destino peor que la muerte para los antiguos egipcios. Pero por algún extraño golpe de suerte, el olvido de Tutankamón mantuvo su tumba a salvo de los saqueadores. Luego, “descubierta por el arqueólogo Howard Carter en 1922, la tumba de Tutankamón aportó una impresionante colección de tesoros: más de 5.000 piezas, muchas de ellas en un estado impecable. Se trataba de la tumba real mejor conservada descubierta jamás, y proporcionó a los egiptólogos una visión sin precedentes de la vida material de un faraón que reinó en el siglo XIV a. C.” (Hessler, 2016)
Howard Carter tardó diez años en recuperar y catalogar todos los tesoros que albergaba la tumba. La pieza más espectacular de todas era el sarcófago de oro de Tutankamón y los ataúdes que había en su interior, entre ellos uno de oro macizo. Dentro de este conjunto, similar a un juego de muñecas rusas, se encontraba el cuerpo momificado del faraón niño. Su máscara funeraria, también de oro, se convirtió en todo un símbolo del esplendor egipcio, y está considerada una de las obras de arte más grandiosas de la antigüedad. Fue el propio Carter quien, el 28 de octubre de 1925, retiró la pesada tapa del sarcófago para contemplar una maravilla que había permanecido oculta durante 3.250 años.
“Retiradas las fijaciones fue levantada la tapa. La penúltima escena fue desvelada: la momia del joven rey vendada con sumo cuidado, con una máscara de oro de expresión triste pero serena, simbolizando a Osiris. El rostro juvenil de Tut-Ankh-Amón, conocido hasta ahora solo por su nombre, en medio del silencio sepulcral, nos hizo ser conscientes del pasado. A juzgar por esta momia engalanada tal y como yace en su ataúd, debió tratarse de un joven alto: desde la parte superior del tocado de la máscara hasta los pies mide 6 pies (1,82 metros). Adosado al cuello de la máscara de oro, bellamente forjada con semblante juvenil, encontramos tres grandes collares de oro y fayenza, además de un escarabajo del corazón entre sus manos, cruzadas sobre el pecho empuñando el cayado y el mayal. Bajo esta máscara, que llega hasta las manos, están el lino que lo cubre y los vendajes exteriores, sujetos mediante anchas bandas flexibles longitudinales y transversales de artesanía de oro incrustado pendiendo de una figura protectora de Nekhbet, de oro incrustado ricamente decorado. La diosa tiene las alas extendidas por encima de su cuerpo y cabeza humana.” (Carter, 1925).
Además del sarcófago, la tumba albergaba numerosas maravillas dignas de ser contempladas. Pero estos tesoros fueron hallados en un gran desorden, quizás por la prematura muerte del Faraón, todo había sido dispuesto sin orden ni concierto, aparentemente sin lógica. Había seis carros de guerra desmontados y todo tipo de armas, escudos y dagas: al parecer al rey Tutankamón le encantaba cazar. Había también una amplia gama de mobiliario, gran parte de él recubierto de oro: dos tronos reales, divanes, sillas, lechos rituales y reposacabezas. Cofres que contenían valiosas joyas y bellos ropajes de fino lino, y frascos con raros perfumes, preciados aceites y ungüentos.
Elaborados relicarios dedicados a los dioses, incluido un templete que albergaba los vasos canopos donde se encontraban los órganos internos del faraón. Instrumentos musicales y utensilios para escribir, lámparas, abanicos de avestruz y juegos de mesa. Se encontraron también comida y hasta 30 botellas de vino, además de “139 bastones para caminar de ébano, marfil, plata y oro” (History Embalmed, 2016). En suma, todo aquello que podamos concebir que podría necesitar un joven rey en la otra vida fue hallado en torno a su cuerpo, sellado en la tumba para la eternidad. Del conjunto destacaba una magnífica estatua de tamaño natural recubierta de oro del dios Anubis, considerado señor del inframundo y protector de los muertos.
Gracias a este descubrimiento, Tutankamón es uno de los faraones egipcios más famosos. Se le menciona en programas de televisión, películas y videojuegos, desde Los tres chiflados hasta Transformers. Y de este modo, a pesar de sus enemigos, el joven faraón ha alcanzado la vida eterna.
Recientemente, varios egiptólogos han estado investigando de nuevo la tumba de Tutankamón. Los expertos creen que su reducido enterramiento, aparentemente de segunda clase, podría haber sido un señuelo destinado a despistar a los saqueadores de tumbas y enmascarar su verdadero valor. “Los escaneos mediante radar de aquellos muros [los de la tumba de Tutankamón] han revelado no solo la presencia de cámaras secretas, sino también de objetos sin identificar en el interior de estas cámaras. Estos objetos […] parecen estar compuestos tanto de metales como de materia orgánica” (Hessler, 2016).

¿La teoría más popular al respecto? Oculta tras los muros de la tumba de Tutankamón podría encontrarse la cámara funeraria de la magnífica reina Nefertiti, olvidada desde hace milenios. (Fuentes de Información - Los tesoros desconocidos de la tumba de Tutankamon)

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