Para sus súbditos, el faraón
Tutankamón era en parte hombre y en parte dios. Su muerte en el año 1323 a. C.
marcó el final de una era: el fin de Egipto como poder imperial. Las
circunstancias que rodean la muerte de Tutankamón están envueltas en misterio.
Igualmente oscura es la razón del
tamaño de su tumba, anormalmente pequeña. Y a pesar de todo, gracias al
descubrimiento de Howard Carter unos 3.000 años más tarde, no hay faraón mejor
conocido y más querido por los aficionados a la egiptología que Tutankamón. En
el interior de su tumba, Carter descubrió magníficos tesoros que habían
permanecido ocultos durante miles de años. Para una cultura que creía que ser
recordado era el camino hacia la vida eterna, la conservación de la tumba de
Tutankamón deja bien claro que sus anónimos y olvidados enemigos fracasaron
miserablemente.
Tutankamón murió por causas
desconocidas en el 1323 a. C. a la edad de 20 años. No tenía un claro sucesor,
aunque en su tumba se encontraron dos pequeñas momias de dos niñas nacidas
muertas, posiblemente gemelas. A causa de su repentina e inesperada muerte, su
entierro se preparó apresuradamente en una tumba hasta cierto punto modesta,
con unas medidas de “3,68 metros o 12,07 pies de altura, 7,86 metros o 25,78
pies de anchura y 30,79 metros o 101,01 pies de longitud” (History Embalmed,
2016).
Por razones políticas, el
faraón-niño sería olvidado, y su nombre no debería volver a ser mencionado jamás
durante el resto de la eternidad, un destino peor que la muerte para los
antiguos egipcios. Pero por algún extraño golpe de suerte, el olvido de
Tutankamón mantuvo su tumba a salvo de los saqueadores. Luego, “descubierta por
el arqueólogo Howard Carter en 1922, la tumba de Tutankamón aportó una
impresionante colección de tesoros: más de 5.000 piezas, muchas de ellas en un
estado impecable. Se trataba de la tumba real mejor conservada descubierta
jamás, y proporcionó a los egiptólogos una visión sin precedentes de la vida
material de un faraón que reinó en el siglo XIV a. C.” (Hessler, 2016)
Howard Carter tardó diez años en
recuperar y catalogar todos los tesoros que albergaba la tumba. La pieza más
espectacular de todas era el sarcófago de oro de Tutankamón y los ataúdes que
había en su interior, entre ellos uno de oro macizo. Dentro de este conjunto,
similar a un juego de muñecas rusas, se encontraba el cuerpo momificado del
faraón niño. Su máscara funeraria, también de oro, se convirtió en todo un
símbolo del esplendor egipcio, y está considerada una de las obras de arte más
grandiosas de la antigüedad. Fue el propio Carter quien, el 28 de octubre de
1925, retiró la pesada tapa del sarcófago para contemplar una maravilla que
había permanecido oculta durante 3.250 años.
“Retiradas las fijaciones fue
levantada la tapa. La penúltima escena fue desvelada: la momia del joven rey
vendada con sumo cuidado, con una máscara de oro de expresión triste pero
serena, simbolizando a Osiris. El rostro juvenil de Tut-Ankh-Amón, conocido
hasta ahora solo por su nombre, en medio del silencio sepulcral, nos hizo ser
conscientes del pasado. A juzgar por esta momia engalanada tal y como yace en
su ataúd, debió tratarse de un joven alto: desde la parte superior del tocado
de la máscara hasta los pies mide 6 pies (1,82 metros). Adosado al cuello de la
máscara de oro, bellamente forjada con semblante juvenil, encontramos tres
grandes collares de oro y fayenza, además de un escarabajo del corazón entre
sus manos, cruzadas sobre el pecho empuñando el cayado y el mayal. Bajo esta
máscara, que llega hasta las manos, están el lino que lo cubre y los vendajes
exteriores, sujetos mediante anchas bandas flexibles longitudinales y
transversales de artesanía de oro incrustado pendiendo de una figura protectora
de Nekhbet, de oro incrustado ricamente decorado. La diosa tiene las alas
extendidas por encima de su cuerpo y cabeza humana.” (Carter, 1925).
Además del sarcófago, la tumba
albergaba numerosas maravillas dignas de ser contempladas. Pero estos tesoros
fueron hallados en un gran desorden, quizás por la prematura muerte del Faraón,
todo había sido dispuesto sin orden ni concierto, aparentemente sin lógica. Había
seis carros de guerra desmontados y todo tipo de armas, escudos y dagas: al
parecer al rey Tutankamón le encantaba cazar. Había también una amplia gama de
mobiliario, gran parte de él recubierto de oro: dos tronos reales, divanes,
sillas, lechos rituales y reposacabezas. Cofres que contenían valiosas joyas y
bellos ropajes de fino lino, y frascos con raros perfumes, preciados aceites y
ungüentos.
Elaborados relicarios dedicados a los dioses,
incluido un templete que albergaba los vasos canopos donde se encontraban los
órganos internos del faraón. Instrumentos musicales y utensilios para escribir,
lámparas, abanicos de avestruz y juegos de mesa. Se encontraron también comida
y hasta 30 botellas de vino, además de “139 bastones para caminar de ébano, marfil,
plata y oro” (History Embalmed, 2016). En suma, todo aquello que podamos
concebir que podría necesitar un joven rey en la otra vida fue hallado en torno
a su cuerpo, sellado en la tumba para la eternidad. Del conjunto destacaba una
magnífica estatua de tamaño natural recubierta de oro del dios Anubis,
considerado señor del inframundo y protector de los muertos.
Gracias a este descubrimiento,
Tutankamón es uno de los faraones egipcios más famosos. Se le menciona en
programas de televisión, películas y videojuegos, desde Los tres chiflados
hasta Transformers. Y de este modo, a pesar de sus enemigos, el joven faraón ha
alcanzado la vida eterna.
Recientemente, varios egiptólogos
han estado investigando de nuevo la tumba de Tutankamón. Los expertos creen que
su reducido enterramiento, aparentemente de segunda clase, podría haber sido un
señuelo destinado a despistar a los saqueadores de tumbas y enmascarar su
verdadero valor. “Los escaneos mediante radar de aquellos muros [los de la
tumba de Tutankamón] han revelado no solo la presencia de cámaras secretas,
sino también de objetos sin identificar en el interior de estas cámaras. Estos
objetos […] parecen estar compuestos tanto de metales como de materia orgánica”
(Hessler, 2016).
¿La teoría más popular al respecto?
Oculta tras los muros de la tumba de Tutankamón podría encontrarse la cámara
funeraria de la magnífica reina Nefertiti, olvidada desde hace milenios. (Fuentes
de Información - Los tesoros desconocidos de la tumba de Tutankamon)
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